Sevilla, 15 del mes de Abril del año de 1607
Al fin os observo, Gaia… No perdéis vuestro semblante.
Acá… Acá, bajo el balcón de vuestra “ventana al mundo”, otra vez junto a vos, hermosa Doña Diana de Betis, a presentaros todo mi ser, toda mi vida, si así lo deseáis ahora. Porque vengo de la muerte, de un viaje que pensé que lo iniciaba para no volver a pisar suelos sevillanos… Y heme aquí.
Se que en Valladolid os espera tu prometido y que marchareis cuanto antes hacia esa tropa de embusteros. Que el propio Duque de Lerma ha ofrecido ser vuestro padrino de bodas, proponiéndole a vuestro conde darle una dote fastuosa…
… Pero, que veo… Ha abierto su ventana al percatarse de mi presencia…
- ¡Luca di Lione! ¿Qué hace por estos lares? Le creía en Las Indias.
- Yo por aquí, emh… porque yo… me agarré unas fiebres en Cádiz. Aunque, a mi también me sorprende verla tan lejos de La Corte... Le pensé casada con el Conde, a estas alturas.
- No, Luca, aún mi cabeza se encuentra en estas tierras y no en las nubes.
- Jamás pensaría otra cosa de usted.
- Bueno, hasta luego Di Lione, lamento que no pudiese cumplir sus sueños en el Perú.
- Hasta luego, bella Diana – Y no os imagináis cuanto adoró que haya sido así -, muchas gracias por su preocupación
¡Agh! Por fin puedo respirar tranquilo… ¡Pardiez!
Mis colores de a poco vuelven a ser más pálidos. No alcancé a calarme mi máscara, ya que me sorprendió que fuese tan amable; si antes se comportaba de manera distinta. O será que…
Mejor me encamino presto a Málaga, allí me podrán dar información sobre mis hermanos de armas, y así podré pensar con más calma.
¿Qué habrá sido de ellos todo este tiempo?
Acá… Acá, bajo el balcón de vuestra “ventana al mundo”, otra vez junto a vos, hermosa Doña Diana de Betis, a presentaros todo mi ser, toda mi vida, si así lo deseáis ahora. Porque vengo de la muerte, de un viaje que pensé que lo iniciaba para no volver a pisar suelos sevillanos… Y heme aquí.
Se que en Valladolid os espera tu prometido y que marchareis cuanto antes hacia esa tropa de embusteros. Que el propio Duque de Lerma ha ofrecido ser vuestro padrino de bodas, proponiéndole a vuestro conde darle una dote fastuosa…
… Pero, que veo… Ha abierto su ventana al percatarse de mi presencia…
- ¡Luca di Lione! ¿Qué hace por estos lares? Le creía en Las Indias.
- Yo por aquí, emh… porque yo… me agarré unas fiebres en Cádiz. Aunque, a mi también me sorprende verla tan lejos de La Corte... Le pensé casada con el Conde, a estas alturas.
- No, Luca, aún mi cabeza se encuentra en estas tierras y no en las nubes.
- Jamás pensaría otra cosa de usted.
- Bueno, hasta luego Di Lione, lamento que no pudiese cumplir sus sueños en el Perú.
- Hasta luego, bella Diana – Y no os imagináis cuanto adoró que haya sido así -, muchas gracias por su preocupación
¡Agh! Por fin puedo respirar tranquilo… ¡Pardiez!
Mis colores de a poco vuelven a ser más pálidos. No alcancé a calarme mi máscara, ya que me sorprendió que fuese tan amable; si antes se comportaba de manera distinta. O será que…
Mejor me encamino presto a Málaga, allí me podrán dar información sobre mis hermanos de armas, y así podré pensar con más calma.
¿Qué habrá sido de ellos todo este tiempo?
. . .
Málaga, 27 del mes de Abril del año de 1607
- ¡Beliatio!
- ¡Jamás grites ese nombre so imbécil! Aunque seáis capitán y Caballero de la Orden de Santiago… ¡Ah! y mio amico, no te perdonaré otra de esas.
Este es Don Danilo de Claraval, un charlatán, hijo d´algo asiduo a las justas, pero simpático… en el fondo.
- Qué he visto en aquella embarcación al loco de Armando de Guzmán. Como siempre tratando de realizar alguna extraña empresa.
- No cambia mi hermano… ¡Hola y adiós Don Danilo!
Allí estaba ese truhán, soñando ente unos barriles, tal el Quijote de mi buen amico Cervantes. Como siempre, debía de traerlo de vuelta al mundo de los vivos.
Tomando una cubeta que allí había, le até un cordel y lo lancé por la borda. Luego, llena esta de agua salobre, le vacié por sobre la humanidad apacible que desparramada por sobre unas guindalezas yacía.
- ¡Despertad hombre! que durmiendo se pasa la vida y os pierdes de esta magnífica mañana…
- ¡Jamás grites ese nombre so imbécil! Aunque seáis capitán y Caballero de la Orden de Santiago… ¡Ah! y mio amico, no te perdonaré otra de esas.
Este es Don Danilo de Claraval, un charlatán, hijo d´algo asiduo a las justas, pero simpático… en el fondo.
- Qué he visto en aquella embarcación al loco de Armando de Guzmán. Como siempre tratando de realizar alguna extraña empresa.
- No cambia mi hermano… ¡Hola y adiós Don Danilo!
Allí estaba ese truhán, soñando ente unos barriles, tal el Quijote de mi buen amico Cervantes. Como siempre, debía de traerlo de vuelta al mundo de los vivos.
Tomando una cubeta que allí había, le até un cordel y lo lancé por la borda. Luego, llena esta de agua salobre, le vacié por sobre la humanidad apacible que desparramada por sobre unas guindalezas yacía.
- ¡Despertad hombre! que durmiendo se pasa la vida y os pierdes de esta magnífica mañana…
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