No importa si el mundo te da la espalda,
ni que el cielo se rompa cuando lo observes,
ni siquiera que el sol no proyecte tu sombra,
si yo fuese sencilla diadema en tus cabellos,
encandilaría todo alrededor de tu alma,
yo sería el clamor como una fuerza de paz,
sería el tiempo que cambiaría el ayer,
dándote un reinado en las tierras del Sol.
Si yo fuese tu orgullosa y amante diadema,
robaría toda la felicidad de las máscaras
y te la entregaría bajo un cetro dorado,
para que disfrutaras en total plenitud
de un poder que ninguna alcanzaría,
que las pondría en envidia atormentada,
de los fuegos que quemarían tus temores,
bajo las noches, en las costas brumosas.
Te hubiese protegido de toda esa pena,
saber que ya todo estaba tan perdido,
te hubiese dado abrigo y respetos,
majestuosidad, de la que más mereciste,
las flores más bellas, de blancos envoltorios
y celebraciones, que serían a ti por siempre;
los cánticos de aquellos oscuros cielos
se hubiesen encendido en mil amalgamas.
II
Pero no soy esa perfecta utopía nocturna,
ni mis manos polvorientas le coronaron;
más, mi propia diadema me desangra,
me desgarra la piel por la agonía anunciada,
deseándome romper la alegría que supone
el nombrarla, saludarla y que ni se inmute,
el tratar de abrazarla y escabullirse entre mis dedos,
el saber que la amo y a ella darle lo mismo.
Hoy la vi, me saludo con su típica frialdad,
rompiéndose, por fin, el sueño melancólico,
quebrándose en ilusiones esta tímida diadema,
la vi en el suelo, rota y me sentí vacío,
que mi vida en torno a ella era más que locura,
"el payaso nunca va a ser feliz sin su máscara",
me repetí en sonetos oscuros, nuevamente,
la felicidad vivía en la cara opuesta a la luna.
Métodos infalibles le destrozaron a Hamlet
y, a mi, su sucesor, poco me queda de vida;
desearía surgir como un ser celestial,
coronado por una diadema de fuego,
como aquella que hubieses tenido, mujer;
ahora ahógate en mi quebranto, mi alma,
piérdete entre mis oscuros pensamientos
y resurge del viento que exhalo... mi mida.
.
...
Cuatro eran las reinas: una era de belleza ideal y una persona en la cual confiar; otra era exquisita en formas y te hacía surgir "bajas pasiones"; la otra era "Ojitos Callados", dueña del pensamiento y de la propia vida del escritor; y, por último, la ganadora, la que corono la esperanza de muchos. Cuatro fueron las reinas, cuatro fueron las ilusiones... pero una sola se fue feliz, una sola fue vencedora. Tres fueron las que en algo se relacionaban con el payaso y dos las que tienen algo especial con él...
Pero una fue la que gano y destruyó mi alma... una la que me provoca la agonía eterna y las noches sin dormir...
Una que no ganó una diadema, pero... no me importa, ganó mi corazón.
2 comentarios:
Camparó el amor con la droga, necesaria, que suele hacer daño, mantenerte despierto con la mente perdida en pensamientos utópicos.
No vayas a morir o si ya lo hiciste revive puesto que aun te queda camino, tal como le dije a algún otro personaje de los espectros, no porque ya amaste una vez dejarás de hacerlo, lo harás y quizás sea mejor, por mientras espera. Saludos y lindo escrito.
bueno mi estimado Hamlet todas nuestra almas han sentido el dulce aroma de la desepcion y el nectar de la derrota lo comprendo demasiado en su poema que es como si en parte una pequeña parte de mi reclamara su autoria, mas algun dia volveremos a ser feliz y la vida tornara su curso a nuestro corazon, compañero de batallas la guerra continua...
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