domingo, 29 de abril de 2007

V. il mio Inferno (Diálogo con el Repudiado)



Caminé por una caverna húmeda y oscura hasta encontrar a Caronte.
Con una señal me invitó a subir en su precaria balsa, de la que me impresioné que se mantuviera sobre las aguas tan bien. Dentro de esos palos endebles, me señaló la gran puerta que se vislumbraba al final: Enorme oscuridad metálica, remachada en fuego y dolor… Continuamos en respetuoso silencio rumbo a ella.
Al llegar le encargué que me esperase un tiempo prudente… mantenía viva la convicción de volver.
Así, dando media vuelta, me paré impetuoso y molesto ante el guardián de la puerta…

-Cancerbero:

¿Buscáis la respuesta a vuestro viaje?
¿Comprendéis lo difícil de lograr vuestro cometido?
¿Estáis preparado para lo peor?

-Beliatio:

Todo lo encierra un si,
tan lleno y tan vacío
como las horas pasajeras
de los conflictos de mi alma,
de la razón que perdí en la costa,
donde me encontré a la vera de ella
y cometí pecado insalvable...

¡Pues ya no me importa
enfrentar lo que vendrá,
dentro de los fuegos de la mentira
en el reinado de traidores,
dominados por ese tal Reus!
¡Abrid esas puertas!

-Cancerbero:

¡Estáis a vuestra suerte!
¡Estáis en el principio del fin!
¡Estáis ante la puertas del Hades!...

¡Abiertas!
¡Abiertas!
¡Abiertas!

. . .

Los goznes de la oscuridad crujieron sobre ellos...

Ante mi se presentó la visión más escalofriante que jamás haya visto, en donde todos y cada uno de mis temores parecía se habían confabulado esperándome en aquel lugar; en donde mis recuerdos más dolorosos reían ante mi presencia y las traiciones blandían sus felonas espadas...
Pero lo soporté. Digno y con pie seguro, marqué mi senda para encontrarle, era mi única oportunidad, la batalla decisiva... Sería él o yo.
Alfa u Omega, Omega o Alfa... daba igual; el conflicto era entre Reus Let Koeth, el repudiado, el demonio, y Hamlet di Beliatio, Señor de La Melancolía. Los dos tan disímiles, pero el mismo ser, la misma alma y forma.
Mi idea era fundirme, de una vez y para siempre, con él... Aunque para ello, debiese exterminarlo.

-Reus:

Al fin me hallasteis...
"señorito de La Melancolía",
siempre el más digno,
caballero,
loable...
¡Pero un estúpido!

-Beliatio:

Que he venido a callaros,
boca ponzoñosa,
amargo cause de hechos deplorables
manifestado en estigmas dolorosos,
que buscáis en el dolor y la sangre
tus "satisfacciones renales"...

-Reus:

Pues...
¿Qué no os gusta también?
¿Qué no os conviene que sea así?
Sois un hideputa,
aprovechador de mis artimañas,
bebedor de MIS resultados.

-Beliatio:

Tranquilo mio amico...
Sabéis que ello es inevitable.
Pero mi vía es la mesura,
la templanza y el respeto...
No la de ser un animale di la notte,
perdido en juergas de olvido.

-Reus:

En todo caso:
¡Terminad con lo que habéis venido!...
¡Venga Beliatio!
Si podéis contra el metal ardiente,
intentad destruirme, so iluso,
y perderéis más que la razón...

-Beliatio:

Morirás de la peor forma,
morirás suplicando perdón...
¡Resignaos repudiado,
tus horas lastimeras llegan a su fin!
Busca la salvación en tus oraciones o...
¡Que Gaia te preste abrigo!

. . .
El tiempo fue muerto en segundos de golpes en plata, cada uno de los cuales retumbaba en el arcón impío, resquebrajándolo de a poco.
Cada cual respondía con fiereza el embate de su oponente... Tenían el mismo ímpetu, la misma gallardía, cuando se lo proponían. Nadie hubiese creído que se comportarían de tal manera, el uno tan sumiso y tranquilo, el otro tan orgulloso y falto de estima. Su destino era fundirse en uno, en el nuevo ser para esta época del infortunio.

Tal fue la fuerza de ambos, que la bóveda herética colapsó sobre ellos, aplastándolos...
Esa era la vía que habían logrado forjar, aunque fue la única que existía. Aquella era la forma de terminar la escena final del acto de la inconciencia...
...Pero no era el final de la obra, ni mucho menos...
Gaia, la amada y diosa de los protagonistas, cumplió la profecía: Los fundió en un solo señor... ¡La vida dio su respiro y enseñanza!

El amor fue quien salvó a nuestro nuevo personaje, el amor que emanaba de Gaia. Su tránsito, muerte y resurrección estuvo marcada por ese sentimiento. El amor fue quien movió a Hamlet a realizar el viaje; el amor fue quién relegó al infierno a Reus...

Ahora, ambos son el mismo personaje...
Hamlet di Beliatio, Señor de La Penumbra Olvidada.
Caballero de la Orden de Gaia.

Fin Capítulo Quinto...

2 comentarios:

Miguel Grammont dijo...

Fusionado. Un ser único. Dos facetas reunidas a una sola voluntad y sujetas a un objetivo...

¡GAIA!

Proteger tu sangre es la vida del guerrero.

Hamlet: la senda llama.
El sol sonríe en el horizonte y el corazón está henchido de júbilo por este nuevo día. Y si vuestro ánimo y cuerpo están sanados, feliz estaréis de sentir la brisa en el rostro sobre los raudos galopes de un noble corcel.

¡Y faceremos un par de actos dinos de memoria!

Unknown dijo...

curioso desenlace para ambos caballeros.. mas un poco del otro tenian cada uno, no?
(me recuerda
el caso de saga y kanon de gemenis)