Apacible acentuado, con esa sonrisa que provoca esas ganas inmensas de arrimarme a su cuello, esperar la noche y contar estrellas.
Entregarme (ad libitum), como las hojas secas danzan en el viento de otoño, al adagio de sus manos.
¿Mencioné el semitono en que le hablo, cuando intenta subyugarme al internarse bajo mi vientre?
Como los trazos infinitos que se ocultan bajo la nieve, se enmarca la ternura de sus ojos tristes, con aroma risueño, pequeño, de sempiterna devoción.
Su piel, senda regada de la más exquisita esencia que se escabulle hasta mi lengua, como si se tratase de un gesto antojadizo que resbala por su cuerpo humedecido por esa salada fragancia.
De labios inquietos, dominados por un sabor interminable, de acción sedante, narcótico independiente, adicción desenfrenada. De atavíos sinfónicos que van produciendo pequeños temblores a medida que se juntan su vientre y el mío. (Cómo adoro esa melodía de notas precisas y silencios breves.)
Amo la forma en que sus ojos se reflejan en los míos mientras decrescendo en estremecedores sollozos, se desata el musitado vaivén de mi cintura.
Me encanta en su pelo enredarme mientras se pierde por mi cuello, pegarme a su boca y elevarme fortísimo para caer de nuevo en su regazo.
Y despertar en ese silencio atenuado que queda luego de haberlo amado cobijada del mundo, sin querer salir de allí.
1 comentario:
esperaba con ansias sus escritos ilustre bufon ...de entre muchos tienen mi preferencia ...hermosa obra n.n
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