sábado, 22 de noviembre de 2008

Dolor, elévate donde la luz sea Verso y mi espada escriba el poema de la Vida



Hacía que árbol me llevara el viento, hoja caída, página en blanco de sueños que se suma al devenir del universo, mellada por las desventuras, solapada en su caminar, descubierta en su pensar, o señor que no tiene límite en su ir y venir por el globo, llévame donde pueda mi alma reposar en los brazos de quien solamente calma mi batalla con la suavidad de su mirar.

Heme perdido en la odisea de tus designios, señor de la nada soy y hacia ella mi barco de nácar y podredumbre enfila su norte, la estrella negra me pide sueños, yo la maldigo al son de las olas, cante de sirenas que rompen a cada segundo en las rocas donde de seguro he de naufragar.

¿Qué somos sino el fugaz pensamiento de nuestros designios? O es que nos elevamos con férreo paso hacia el horizonte renegando de padres, libros, derrotas e infiernos para ser más grandes que lo que nuestra descendencia será y que el pasado se pudra con sus tentáculos dorados en la puerta que ronda sobre nuestras cabezas indicándonos hacia dónde vamos y donde no podremos volver.

¿Eso es lo que soy? ¿Un suspiro lleno de pesadillas que en un minúsculo rincón esconde una esperanza en eterna búsqueda de su calor como el beso al enamorado o simplemente un organismo que depreda oxigeno, luz y tierra a esta tierra generosa y poco vengativa?
Enemigo mío, amo de mis odios y siervo de mis alegrías, blande hoy tu espada hacia mi corazón y atravesadlo sin piedad hasta sacar de él el miedo, la desidia, la desesperanza y el permanente temblor del mundo, del cielo y del infierno, conviérteme en el más perfecto guerrero de la luz, en el caballero que rescatara de la más alta torre al desamparado, al oprimido y al que ya no espera nada sino la costumbre y lo que los terrenales dioses le deparen.

Quizás nunca sepa lo que seré ni hacia donde voy, pero sé para qué estoy en este mundo, para que este fuego extinga el agua que se interpone en mi batalla, en esta circunstancia de la que solo yo puedo salvar para mí y quien me rodea, quien me brinda su mirada al devolver la mía y ante todo la que con su mano cura siempre las heridas y calma la sed de mis labios con los suyos.
Ve alma mía, junto a tu luz el mundo se hace menos redondo, aplanaremos el firmamento si es necesario para que lo bueno y justo, por más dolor y oscuridad que se nos enfrente, tomen para siempre el lugar que merece. Cuidado mortales, que mi pendón ondeara siempre aunque voltees la mirada, perseguiré tu ira hasta el fin.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No frecuentemente escribo ni comento escritos de los demas autores de este blog, lo que no quiera, decir que no los lea. Me gusto este texto. tal vez por el sentido de busqueda profunda que tiene en la busqueda personal, no soy muy asiduo a utilizar palabras que no utilizo a diario, no obstante creo que que en esta ocacion estan bien utilizadas.

Miguel Grammont dijo...

Extraña mezcla de caballero en pos de justicia, guerrero caído, batallador excelso y fiel amante.

Muy buena obra, sólo cómo Roque puede hacer de épica.

Saludos!