¿Y qué?
¿A quién no?...
Mal. Sin creatividad. Seco.
¿Saben qué es lo más terrible?
Es tener continencia de inspiración. Es malo guardarse este cúmulo de cosas, pues al final cuesta sacar todo eso.
No se trata de no tener qué, sino de atreverse a dar el paso, de volver a ese suicida círculo vicioso de plasmar la confusión. Y como toda creación, al plasmarla, cobra vida, se toma tu vida y se vuelve en una obsesión dantesca.
Y por todas partes, hasta en los recovecos más inverosímiles, se aparecen como alma en pena los versos escritos. Y pesan en la conciencia, no en el acto en sí, sino que toda la carga emocional que conlleva.
Odio tener que decir algo, pues me he vuelto paranoicamente cauteloso. Y me cens*ro, por un carajo. No quiero de vuelta el ímpetu del viajero, la larga caminata y ver las puertas cerradas. Y volver con el rabo entre las piernas y las letras a la espalda, masticando los restos de una forzada esperanza y escupiendo el poco orgullo que queda.
Así que me niego, realmente me niego a volver a alzar las letras por las causas que antaño me convocaban. Aunque Erato me taladre el oído con sus inspiradores dedos, no voy a sucumbir.
Quiero sucumbir, quiero caer y dejarme llevar por el canto de sirenas, alzar mis versos en la soledad del desierto, llamar uno a uno a mis ejércitos y emprender una cruzada de tinta.
Pero no, mejor me quedo aquí abrigadito y abandonado. Antes que crear una nueva constelación en este universo, hacer de un planeta el centro y descubrir que al final los dioses han muerto.
Y simplemente me niego. Hasta que mi estrella me guíe por senderos seguros. O hasta que un nuevo brío alimente mi cuerpo.
¿A quién no?...
Mal. Sin creatividad. Seco.
¿Saben qué es lo más terrible?
Es tener continencia de inspiración. Es malo guardarse este cúmulo de cosas, pues al final cuesta sacar todo eso.
No se trata de no tener qué, sino de atreverse a dar el paso, de volver a ese suicida círculo vicioso de plasmar la confusión. Y como toda creación, al plasmarla, cobra vida, se toma tu vida y se vuelve en una obsesión dantesca.
Y por todas partes, hasta en los recovecos más inverosímiles, se aparecen como alma en pena los versos escritos. Y pesan en la conciencia, no en el acto en sí, sino que toda la carga emocional que conlleva.
Odio tener que decir algo, pues me he vuelto paranoicamente cauteloso. Y me cens*ro, por un carajo. No quiero de vuelta el ímpetu del viajero, la larga caminata y ver las puertas cerradas. Y volver con el rabo entre las piernas y las letras a la espalda, masticando los restos de una forzada esperanza y escupiendo el poco orgullo que queda.
Así que me niego, realmente me niego a volver a alzar las letras por las causas que antaño me convocaban. Aunque Erato me taladre el oído con sus inspiradores dedos, no voy a sucumbir.
Quiero sucumbir, quiero caer y dejarme llevar por el canto de sirenas, alzar mis versos en la soledad del desierto, llamar uno a uno a mis ejércitos y emprender una cruzada de tinta.
Pero no, mejor me quedo aquí abrigadito y abandonado. Antes que crear una nueva constelación en este universo, hacer de un planeta el centro y descubrir que al final los dioses han muerto.
Y simplemente me niego. Hasta que mi estrella me guíe por senderos seguros. O hasta que un nuevo brío alimente mi cuerpo.
Por Jandroid
2 comentarios:
Cruzar o no cruzar el camino, el universo se quiebra ante nuestros ojos y es mejor dejarlo así, la madre de las batallas no siempre se decide por nuestra intervención, y es mejor la neutralidad osada a la actuación sin sentido, pronto amanecerá y la luz brillará en las espadas de aquellos que supieron esperar el momento justo para desenvainar sus sentimientos y la razón.
Muy buen escrito evidentemente.
Incontinencia?
Agradezca que es de la inspiración y no de otras cosas. XD
Preciso.
Me gusta la imagen, la he hurtado.
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