domingo, 15 de julio de 2007

El despertar (continuación de la primera parte)



¡Paf! ¡Paf! ¡Paf!

Desde el fondo del edificio sonó un insistente golpe metálico.

¡Paf! - ¡Paf! - ¡Paf!

Ahora los golpes se volvían más pausados pero intensos. El subterráneo temblaba a cada impacto. Allí quedaba la armería, la bodega, y la morgue.

¡Paf! - ¡Paf! - ¡PUM!

Algo cedió, como la vieja cerradura de un casillero. Definitivamente era la morgue, despertaba uno que antes pertenecía a lo vivos. ¿Qué perturbaría su eterno sueño?

Hubiera sido un cuento extraordinario, de esos que se extienden en la cultura popular y se vuelven mitos urbanos. Se trataba del departamento de policía, un lugar lleno de historias y relatos extraordinarios.

Como el del hombre que llegó bajo arresto por robo de diamantes. A pesar de ser capturado, nadie podía hallar las joyas, el estuche estaba vacío y no había escondrijo dónde no hubiera buscado los oficiales. Cuando fue llevado al interrogatorio, el sujeto tenía muy mal aspecto. Sudaba, apenas se incorporaba en el asiento, tenía la mirada perdida y empezaba a perder la consciencia. Lo llevaron prestos al médico de la central y… ¡Sorpresa!

Con la desesperación se había tragado los diamantes y con tanto ajetreo se empezaron a incrustar en su estómago.

Esta es la versión más moderada. Otras sugieren que los diamantes cortaron su estómago y salieron expulsados de su cuerpo en la misma celda mientras los otros presos los recogían y los guardaban para sí.

Son diversas las historias que ese viejo departamento guardaba.

Hubiera sido un cuento extraordinario, sí señor. Si no fuera porque ya todos estaban muertos.

Era una mujer, edad indeterminada, con un aspecto extraño. No parecía humano, ni siquiera cadáver. Era algo, antropomorfo.

Salió del congelador dónde estaba almacenada. Se sacó una etiqueta de su dedo gordo. Intentó leer, pero le costaba trabajo, así que arrojó el papel a un lado. Se cubrió en la medida de lo posible con la bata del forense tendido en el piso. Éste tenía el cuello desgarrado, y había rastros de sangre en el piso. La mujer se lanzó al piso y empezó a lamer la sangre. De a poco se acercaba al cuello del hombre tendido en el piso, sorbiendo cada gota de sangre. Llegó…

…E hincó con fuerza sus dientes. Con decepción corroboró que no tenían el tamaño ni ella la fuerza suficiente para desgarrar la carne, así que sólo se contentó con succionar el poco de sangre que quedaba aún en sus venas. ¿Qué estoy haciendo? Se preguntó fugazmente. Pero el olor de la sangre le atraía, le llamaba, embotaba sus sentidos y se le antojaba como un manjar al paladar. Descubrió que en realidad tenía hambre, como si nunca antes hubiera probado bocado. Y sólo la sangre podía saciarla.

Una vez terminado con el forense, siguió hacia las escaleras a tientas. La luz era intensa y sus ojos apenas empezaban a adaptarse a ella. Caminaba como si estuviera borracha, de verdad se sentía muy fatigada y hambrienta.

Primer nivel: Regado de cadáveres. En el fondo sabía bien quién era el responsable de esta masacre, lo presentía, su aroma estaba en el aire…

…mezclado con el de la sangre.

Se abalanzó contra el primer cuerpo que encontró cerca y repitió lo que había hecho con el forense. Empezaba a sentirse un poco más animada, aumentaba su fuerza, se alimentaba.

Así, uno a uno fue succionando la sangre que ante sí se le presentaba. Cualquiera diría que los cuerpos estaban dispuestos sólo para que ella hiciera de éstos su banquete.

Pero una angustia le oprimía, le mantenía alerta y no le dejaba concentrarse en lo que hacía.

¿Dónde estaba ÉL?

Era una inquietud que no le dejaba en paz, le trastornaba y le mantenía al límite de la cordura. No recordaba ni su nombre, ni su rostro, ni su relación con él. Sólo le necesitaba con suma urgencia.

Hurgó en el aire. Tenue, su aroma se hallaba entremezclado con el olor a carne y sangre. Sin vacilar, lo siguió.

Subía las escaleras a un paso mucho más seguro que antes, ya casi estaba recuperada. Subía peldaño a peldaño como si el próximo fuera a mostrarle la sombra que buscaba.

Iba llegando de a poco hacia la azotea, hasta que otro aroma desvió su atención.

¡SOPHIE!

Corrió rauda escaleras abajo, siguiendo esa esencia. Derribó de un golpe la puerta de la escalera de emergencia y se dirigió al pasillo de las salas de interrogatorio. Furtivamente se acercó a la puerta dónde el olor era más intenso, y estaba a punto de abrirla cuando de golpe la otra sombra le alcanzó nuevamente

¡NECROFELLIUS!

Ante esta encrucijada vaciló y estuvo a punto de dar vuelta atrás y subir hacia la azotea dónde creía hallar a este personaje. Pero se desplomó al suelo y reordenando sus pensamientos pudo concentrarse y hacer un esfuerzo por focalizarse en un objetivo.

Temblando abrió la puerta con cuidado y temiendo lo peor entró en la sala…

…- ¡Sophie!

Era la única persona viva. Él sabía bien cuánto significaba, por eso nunca se atrevería a dañarle.

- Mi amiga, cuánto lo siento. Esta situación jamás la contemplé…



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Acá termina la visión que en sueño se le reveló al espectro Armando. No, aún no es tiempo para el final, la historia continua. Vista por otros ojos, contada por otras bocas, otra sangre la pluma ha de empapar.


Fin de la parte primera

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