AD AMOREM
Bella Diana de mis bosques eternos,
Suave aroma de las flores que allí pululan,
Encandilaste mi universo de amalgamas,
Encegueciendo dos soles impertérritos,
Mal andando el rojo tambor guerrero,
Que de una vez por todas perecerá.
Llora en ríos el mar de mi inconciencia
Vertiéndose en tierras apacibles y llanas,
Buscando, algún día, el estanco del alma,
Cuando los cielos comprendan su actuar,
Conteniéndola como Atlas en mi corazón,
De su bella y poderosa Naturaleza.
De tristezas se fundaron las desgracias,
Antes que su luz opacara toda maldad,
Mi interior clamaba a los cuatro vientos,
Llamando por que mi voz no perdiese
Toda la fuerza que gritó en silencio,
Ahogándolo la desesperación.
Bella Diana de mis bosques eternos,
Suave aroma de las flores que allí pululan,
Encandilaste mi universo de amalgamas,
Encegueciendo dos soles impertérritos,
Mal andando el rojo tambor guerrero,
Que de una vez por todas perecerá.
Llora en ríos el mar de mi inconciencia
Vertiéndose en tierras apacibles y llanas,
Buscando, algún día, el estanco del alma,
Cuando los cielos comprendan su actuar,
Conteniéndola como Atlas en mi corazón,
De su bella y poderosa Naturaleza.
De tristezas se fundaron las desgracias,
Antes que su luz opacara toda maldad,
Mi interior clamaba a los cuatro vientos,
Llamando por que mi voz no perdiese
Toda la fuerza que gritó en silencio,
Ahogándolo la desesperación.
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